Marian Grems
July 10, 2025

No hay nada en el FTD que sea igual para todos: cada viaje es único.

No siempre podría decir esto, pero la historia que comparto es de crecimiento personal y esperanza.

Estaba tan emocionada de celebrar mi 50 cumpleaños. La vida iba bien, muy bien, hasta que un extraterrestre desinhibido e inapropiado se convirtió en Rob, mi novio del instituto y esposo durante 30 años. La FTD puso nuestro mundo patas arriba.

Estaba dando vueltas, pero estaba seguro de que si lo daba todo, podría arreglarlo... fuera lo que fuera. Estaba en una misión en solitario. Leía, investigaba, planificaba actividades y preparaba comidas saludables, pero todos mis esfuerzos no impidieron que la FTD se apoderara de nuestras vidas.

Al principio del viaje, vacilé entre la vergüenza, el miedo y la confusión; me metí en problemas a cada paso y pasé horas interminables preocupándome por cosas que nunca sucedieron.

Al final del viaje de nueve años de Rob, había aprendido a confiar en mi corazón. Cuando me resultó imposible gestionar sus necesidades diarias, me di cuenta de que había llegado el momento de confiar su cuidado a profesionales para poder dedicar toda mi energía a amar. Era una situación en la que todos salían ganando.